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¿Qué es el muro de las lamentaciones?

La semana pasada dejamos a los judíos de Palestina muy ufanos con el milagro de hanukah. Poco les iba a durar la alegría. En el año 63 a.C Pompeyo conquistó la región para la (todavía) república de Roma. Para ser el imperio más poderoso del mundo, los romanos fueron sorprendentemente pacientes con la intransigencia, el conservadurismo y las arbitrariedades de los judíos (casi tanto como lo es hoy otro imperio igual de poderoso), pero al final se les hincharon las… narices y no les dejaron a los judíos ni ojos para llorar. ¿Es por eso que todavía hoy se lamentan contra un muro?

Al principio todo fue bien. Roma mantuvo la jurisdicción del Sanedrín sobre los distritos de Galilea, Samaria y Judea e incluso permitió a Herodes el Grande (sí, el mismo cuyo castillo adorna los belenes de Navidad) llevar el título de rey de los judíos y reedificar el templo de Salomón (ahora lo llamarían templo de Herodes). Otro día hablaremos de él, de Caifás, de Pilatos y de los pastorcillos de Belén pero de momento vamos a hablar de las guerras judeo-romanas. Las tres guerras judeo romanas siguen un patrón similar:

  1. Los judíos dejan de hacer sacrificios a Jupiter o al Emperador en su templo
  2. Los romanos prohiben el Sabat o el estudio de la Torá
  3. Los judíos atacan la guarnición romana
  4. Los romanos envían un general que sofoca la rebelión y/o arrasa la región
  5. Comunmente este general se convierte luego en emperador romano.

Así fue con Vespasiano, Tito (que destruyó el nuevo templo) y Trajano. En la tercera y última guerra judeo-romana Adriano arrasó Jerusalen y construyó una ciudad romana sobre sus ruinas. La mayor parte de la población judía fue asesinada y su religión proscrita. Como ya se dijo en un post anterior, se eligió el nombre de los enemigos filisteos para nominar la región de Palestina y donde una vez estuvo el templo de Salomón se levantó ahora otro en honor a Júpiter Capitolino.

muro de los lamentos

Tuvieron que pasar más de dos siglos para que la “tolerancia religiosa” del emperador Constantino permitiera a los judíos regresar una vez al año a lamentarse de sus miserias cerca de los únicos restos del segundo templo que dejó en pie la eficacia destructiva de Roma, un muro de contención de la época de Herodes. Los siglos siguientes tampoco fueron muy generosos con los judíos y cada vez tuvieron más cosas que lamentar junto a ese muro.

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